loren (3 Posts hasta ahora) | | ¿Volverá Irán a elegir al presidente de EEUU?
Nazanín Amirian
Rebelión
Si bien los candidatos a la Casa Blanca son conscientes de que una de sus principales bazas para ganar la carrera electoral es convencer a los votantes y a los grupos de presión, de las bonanzas de sus planes para contener a la República Islámica de Irán, también los mandatarios de Teherán saben que pueden influir sobre los resultados de los comicios del país más poderoso del planeta. ¿Cómo? ¡Que mañana mismo anuncien su renuncia indefinida al programa nuclear! Así potenciarían a Obama –que apoya el diálogo-, y perjudicarían seriamente tanto a MacCain –que un día sí y otro también advierte sobre las armas de destrucción masiva de los ayatolás-, como a Hilary que, además de ser mujer, prometió destruir por completo a Irán en el caso del ataque nuclear de este país a Israel, en un gesto de atraer el apoyo del lobby proisrailí,
Y ¿por qué no lo hacen para alejar el fantasma de una agresión militar? Pues, habrá otros pretextos: que apoya al terrorismo, que son cómplices de los atentados contra los soldados de EEUU en Irak o en Afganistán, que son sanguinarios, entre otras excusas..
Pero, además, al gobierno islamista le da igual un republicano que un demócrata. No sólo porque que las agresiones contra Vietnam o Corea, por ejemplo, las iniciaron los presidentes demócratas, sino también porque dur ante la historia, la casta clerical chiíta ha demostrado una gran capacidad para cambiar de táctica y de estrategia, y presentarse como triunfador sin complejos. Podría suspender el programa nuclear de la misma manera que Ayatolah Jomeini puso fin a la guerra con Irak en 1988 confesando que le resultaba tan duro como si tomara una taza de veneno, ya que durante ocho años había considerado aquella sangría como “una bendición divina” para su gobierno, y había rechazado en numerosas ocasiones negociar con Saddam Hussein .
Los ayatolás iraníes pueden presumir de haber intervenido, directa o indirectamente, en la derrota de dos presidentes de EEUU. La primera, se gestó con la toma de la embajada de éste país en Teherán el 1980. Al principio, el objetivo de esta acción fue protestar contra la acogida del Sha por parte de EEUU, reclamar la devolución de la fortuna robada por los pahlevis y los depósitos monetarios de Irán bloqueados en aquel país. Mientras a los ojos de millones de personas del Sur, hartas de la prepotencia y la injerencia de Washington en los asuntos internos de sus países, la toma de la representación de EEUU en Irán fue considerada un acto “antiimperialista”, para otros, como Noam Chomsky, el prestigioso académico y activista progresista estadounidense, entonces de visita a Teherán, era imprudente e iba a tener consecuencias graves para la región y fortalecía a los sectores belicistas de su país. En aquellos difíciles momentos para Irán, enfrentado a un brutal bloqueo económico y una invasión de Irak a su territorio, el gobierno de los ayatolás apartó el tema de la extradición del Sha y decidió entrar en la campaña electoral estadounidense, protagonizada por el entonces presidente demócrata Jimmy Carter y el candidato republicano Ronald Reagan. El fracaso de las gestiones, incluso militares, de Carter para liberar a los funcionario de su embajada en Teherán, dejó libre la escena para actuar a Reagan, quien no dudó en ofrecer un pacto a los iraníes: que no liberaran a los liberar a los rehenes antes de los comicios con el fin de desprestigiar a Carter, a cambio, los republicanos en caso de ganar, les venderían las armas que necesitaban en la contienda con el vecino árabe. Y así se hizo. El 20 de enero de 1981, día que Reagan prestó juramento, Teherán liberó al último de los funcionarios retenidos.
Siete años después, las paradojas de la vida hicieron que, Irán destituyera - esta vez de forma indirecta- al mismo presidente Reagan, y justamente por los mismos hechos que le llevaron a la Casa Blanca: el escándalo Irángate o Irán–contra: la venta ilegal de armas a la República Islámica a cambio de liberar a los rehenes, y luego transferir 30 millones de dólares de las ganancias de esta operación a la contra nicaragüense para con sus actos terroristas desestabilizara al gobierno legítimo de los sandinistas.
El Irangate demostró el sorprendente pragmatismo de la los líderes de la teocracia iraní, que tampoco dudó en colaborar con el país occidental en la derrota de los “musulmanes” taliban en Afganistán o de Saddam en Irak.
Irán ha reiterado en numerosas ocasiones su disposición para llegar a acuerdos amplios con EEUU sobre las cuestiones en disputa, pero ni a los árabes sunnitas (encabezados por Egipto, Arabia saudí y Jordania), ni a los israelíes les interesa este acercamiento, ni mucho menos el aumento de la influencia económica, política, ideológica de Irán en la zona. Simplificar esta realidad a un conflicto religioso: los musulmanes y los judíos, o los chiítas y sunnitas, es desviar la atención sobre la naturaleza de los conflictos en esta compleja región. Se trata llanamente de quien se hará con la hegemonía regional. Los hebreos y los árabes se han unido en un pacto sin precedente y bajo el paraguas de Washington para reducir a Irán.
En esta ocasión ¿Con qué carta jugarán los ayatolás para reventar esta alianza y salir a delante una vez más?
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